Nos habíamos quedado callados los dos. Yo, porque no sabía qué decir, y supongo que ella porque esperaba que yo dijera algo.
Me acordé de que me había aclarado la garganta y de que ella se había recostado contra el respaldo de su silla. Luego, como si pensara en voz alta, había añadido: Es como si para su hijo su madre no existiera".
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